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Para celebrar el solsticio de invierno, por Jean Mabire

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Cuando brillan las luces publicitarias de neón y las familias se reúnen en sus apartamentos climatizados, solo cabe preguntarse ¿qué queda del profundo significado de esa lucha milenaria que enfrentaba la oscuridad del invierno a la luz de los rayos del Sol?

Por Jean Mabire

Las festividades «tradicionales» de Navidad y Año Nuevo están perdiendo poco a poco su significado religioso, convirtiéndose en meros pretextos para celebrar encuentros gastronómicos o inútiles intercambios de regalos. El antiguo culto pagano al «Sol Invicto» fue transformado por primera vez por el cristianismo con la celebración del nacimiento del niño-dios. Esta fiesta está cada vez más profanada y distorsionada por el ánimo consumista y mercantilista de nuestra sociedad. Resulta crucial que redescubramos el sentido original de esta verdadera Tradición, cuyas raíces se encuentran en el pasado más remoto de los pueblos europeos.

De manera natural, esta festividad de homenaje y culto al Sol, celebrada en la noche más larga del año, adquirió una fuerza especial en aquellos países donde el invierno era más crudo, frío y oscuro. La tradición del solsticio de invierno perduró más tiempo en estos lugares, donde la estación invernal siempre fue percibida como una verdadera tragedia.

A la angustia causada por la prolongada ausencia del Sol durante los meses de tormentas y hielo, le sucede, por supuesto, un fervor aún más grande por la esperanza del regreso de la luz. Al “recuperar» la fiesta del solsticio de invierno, los “inventores» de la Navidad cristiana contribuyeron a extender esta atmósfera religiosa y trágica hacia los países del sur. Así es como el «mito» de la Navidad fue más allá de su cuna original septentrional para conquistar toda Europa.

La Navidad sigue siendo la festividad más importante del año, pese a que cada vez se encuentre más despojada de su sentido original.

Cuando brillan las luces publicitarias de neón y las familias se reúnen en sus apartamentos climatizados, solo cabe preguntarse ¿qué queda del profundo significado de esa lucha milenaria que enfrentaba la oscuridad del invierno a la luz de los rayos del Sol? Hoy, más que nunca, es necesario que recreemos completamente el verdadero sentido del solsticio.

Esto no implica que se lleve a cabo un retorno inflexible a supuestos «ritos paganos” que ni siquiera la arqueología ha podido reconstruir con certeza, sino inspirarse en el espíritu profundo de esta noche única para imaginar nuevas formas de celebrar estos sentimientos ancestrales.

Cada hogar, cada familia debe descubrir su propia manera de celebrar el solsticio de invierno. No se trata de compartir aquí una liturgia fija, sino de ofrecer algunas “recetas prácticas» para aquellos cuya imaginación no sea tan grande como su fervor. Lo importante, sin embargo, sigue siendo innovar, es decir, respetar la verdadera Tradición dotándola de vida y color. No hay que temer a la improvisación y dejarse llevar por un ambiente que puede ser, a la vez, solemne y alegre.

De este modo, podemos revelar el verdadero sentido de esta celebración, que es tanto de espontaneidad como de fidelidad. Lo esencial es celebrar el solsticio de invierno convirtiendo esta noche, la más larga del año, en una experiencia única y sagrada. El momento ha llegado. El invierno está aquí. Pronto comenzarán las doce noches que, para nuestros ancestros europeos, marcaban el inicio de esta estación maravillosa en la que, en el corazón del hogar, el fuego relevaba al Sol, cuya aparente muerte no resultaba ser más que un sueño.

La decoración del hogar

La celebración del solsticio de invierno, siendo ante todo una festividad familiar, da una importancia especial a la decoración de la casa.

El acebo

Colgado en el techo, adornando paredes o muebles, aporta al hogar la presencia viva de la naturaleza. En este sentido conviene escoger plantas que sean resistentes al frío del invierno, como el muérdago, el abeto y, cómo no, el acebo. Sus hojas brillantes y sus bayas rojas lo convierten en el símbolo más característico de esta temporada.

Las coronas y guirnaldas pueden estar decoradas con cintas y lazos dorados o de colores vivos, en tonos que evoquen al fuego y al Sol. Se recomienda guardar una cierta armonía y limitar máximo a dos el número de colores, como el rojo y el amarillo tan característicos de la región de Normandía y Occitania.

No se olviden que cada región tiene sus colores representativos: blanco y negro en Bretaña; negro y amarillo en Flandes; rojo y blanco en Alsacia; azul y amarillo en Isla-de-Francia, etc.  Asimismo, se pueden incorporar a la decoración pequeños objetos de paja trenzada, como los tradicionales animales sagrados de la “trinidad” indoeuropea: el caballo, el jabalí o la cabra.

El muérdago

Una gran bola de muérdago puede decorar la puerta de la casa, suspendida con cintas rojas y, si es posible, iluminada. El muérdago también puede colocarse en el interior, colgando de una viga o una lámpara. Finalmente, al final del ciclo de las doce noches, el muérdago se quemará en el fuego como símbolo de renovación.

El árbol de Navidad

El árbol de Navidad, elemento importado en los últimos años de nuestros vecinos germanos, fue introducido en Francia por refugiados alsacianos tras la guerra de 1870, pero su adopción en la cultura francesa no llegó hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Hoy en día, el árbol de Navidad está presente en todos los hogares de Europa resultando en uno de los símbolos más representativos y populares del solsticio de invierno.

Nuestros antepasados -quienes se referían a Dios como “el secreto de los bosques»- siempre han concedido importancia religiosa al bosque. En este sentido, según la mitología nórdica, el origen de la vida está en un árbol poderoso.

Sus raíces abrazan la tierra y sus ramas alcanzan el cielo. Los antiguos escandinavos lo llamaban Yggdrasill, o «fresno del mundo». Más tarde, los sajones también tuvieron un árbol sagrado: el Irminsul. Hoy, en todos los hogares europeos, el abeto revive una tradición muy antigua y redescubre su carácter sagrado. Se elige lo más alto posible, preferiblemente con sus raíces, para poder replantarlo. Se decora con cintas de colores, guirnaldas, velas (¡evite las luces eléctricas!), adornos multicolores y objetos de paja tejida al estilo escandinavo. En la copa del abeto se colocará un símbolo solar: un sol de paja o una rueda solar cubierta de papel dorado. También puedes colgar de las ramas naranjas tachonadas de clavo, así como pequeños pasteles y objetos, cintas con los colores propios de nuestra región, etc. A veces estas cintas se extienden desde la corona de Adviento hasta las paredes, formando una especie de cenefa de vivos colores.

La corona de Adviento

Cuatro semanas antes del solsticio de invierno, se confecciona, con ramas de abeto, una corona que se cuelga en el centro de la habitación principal de la casa. También puede colocarse sobre un arcón o una mesa. Esta corona se hace con un armazón circular rígido, el círculo base de la carcasa de una pantalla de lámpara o un aro de madera de juguete. El marco se rellena con paja y se ata con alambres de latón de floristería. A continuación, se decora con follaje verde: ramas de abeto o acebo. Las ramas también se deben atar con alambre rodeándolas de trenzas formadas por cintas rojas.

A continuación, se fijan cuatro velas rojas a la corona. Las velas podrán ser largas y finas, sujetas con pinzas como las velas del árbol de Navidad, o velas cortas y anchas, colocadas en pequeños portavelas. Otro método más complejo, eso sí, consiste en clavar cuatro clavos muy largos en el anillo de madera de la carcasa, boca abajo, y ensartar en ellos las velas.

La corona se prepara cuatro semanas antes del solsticio de invierno. La primera semana se enciende una vela durante unos instantes, la siguiente dos y la tercera tres. Cuando por fin llega la noche más larga del año, se encienden las cuatro velas juntas. De este modo, a medida que el sol se pone, se van encendiendo cada vez más velas, tomando en cierto modo el relevo. En cierto modo, las velas simbolizan, durante la vigilia del solsticio, el final del invierno anunciando el regreso del sol.

La torre de Jul

La torre de Jul es un candelabro rústico de arcilla que se utiliza como portavelas únicamente durante la vigilia del solsticio de invierno. El modelo original de la torre de Jul fue descubierto el siglo pasado en la provincia de Halland, en Suecia, y varios museos de folclore suecos poseen ejemplares de esta pieza. Hoy en día, se fabrican torres de Jul inspiradas en el diseño nórdico original, elaboradas por artesanos alfareros.

La torre de Jul tiene cuatro caras, cada una decorada con un corazón situado sobre una runa de Hagal (una runa que representa la Vida y la Muerte unidas, imagen de un sol de seis rayos, símbolo tanto del año que termina como del que comienza). Estos motivos decorativos calados permiten ver una vela colocada en el interior de la torre de Jul, la cual simboliza el año que nace desde el corazón mismo del año que termina. Esta vela debe permanecer apagada hasta la medianoche.

En la parte superior del candelabro hay una cavidad que contiene otra vela parcialmente consumida, diseñada para durar solo el tiempo de la vigilia.

El tronco

El elemento central de la decoración del hogar es el tronco, Está presente en la mayoría de las provincias europeas. En la noche del solsticio de invierno, el jefe de familia selecciona en el leñero un trozo de madera destinado a desempeñar este papel crucial en la vigilia. Posteriormente, el tronco es decorado por su esposa con ramas de acebo, muérdago y abeto, adornadas con cintas de colores.

Es posible grabar sobre el tronco inscripciones, símbolos o runas con intenciones específicas. Al arder en el fuego, los pensamientos y deseos de toda la familia serán consumidos y elevados.

Justo antes de colocarlo en el hogar, el tronco es rociado con aguardiente por el niño más pequeño de la casa. El hijo mayor coloca el tronco sobre una base cuidadosamente preparada con papel arrugado, ramitas y madera pequeña, y debe encenderlo utilizando un tizón del solsticio de verano anterior.

La cena

Animada y deliciosa, la cena del solsticio de invierno varía según la región. Sin embargo, ciertos platos y bebidas son tradicionales y deben respetarse como parte de las costumbres. Es habitual proponer un menú típico que refuerce el simbolismo de la celebración. Es tradición comer ostras en la noche de Navidad. Las ostras huecas (portuguesas) no son ni las más caras ni, mucho menos, las de menor calidad. En el sur de Francia se pueden degustar erizos de mar, y en el norte, almejas.

Es entonces cuando comienza la fiesta del cerdo. Los embutidos anuncian el plato principal de carne. No se hablará de pavo, y mucho menos de gallo, aunque sea hecho al vino. En la noche del solsticio de invierno, es imprescindible comer cerdo. Hay opción entre cerdo salvaje (preferentemente jabalí joven) y cerdo doméstico (lechón). La mejor alternativa es asar un animal entero, relleno con un sabroso relleno y acompañado de puré de castañas, puré de patatas y puré de manzana (preferiblemente de la variedad canadiense).

La comida continúa con una ensalada de invierno: una mezcla de remolachas rojas, endivias, nueces y manzanas finamente cortadas, aderezada con zumo de limón y nata. A esto se suman los quesos de la región o quesos grasos de temporada. Las manzanas y las nueces han sido parte del menú del solsticio de invierno desde tiempos inmemoriales: en el interior de estos frutos reside el núcleo de la vida que perdura. Llega el momento del postre, tan esperado por los niños. El éxito del pastel de Jul representa el gran desafío para los anfitriones. El tradicional tronco de Navidad, hecho de castañas y chocolate, exige perfección y tiene numerosos adeptos.

Con respecto a los pasteles de frutas diversas (manzanas y nueces, castañas y nueces, manzanas y limones), requieren una gran dosis de imaginación. Pueden presentarse en forma de tartas o como postres calientes o helados. La tradición británica del pudding, aún viva en la tierra de M. Pickwick, tiende cada vez más a cruzar el Canal de la Mancha. La cena ha terminado. No queda nada para “picar” … Es el momento de las mandarinas, frutas secas y pequeñas pastas y hojaldres. Un cocinero habilidoso debe preparar para esta noche galletas sencillas a base de leche, mantequilla y azúcar. Algunas adoptan formas tradicionales: caballo, cabra o jabalí. La más curiosa de las galletas de Jul representa tres liebres en círculo, unidas por las orejas, cuyo salto simboliza el curso del año bajo el gran giro de la rueda solar.

Los regalos

Al inicio de la cena, cada comensal abre el «paquete regalo» que se encuentra sobre su plato. No se trata de los regalos habituales, que deben entregarse a los niños y a los padres la mañana siguiente, el 25 de diciembre. En esta noche del solsticio de invierno, solo se ofrecen pequeños objetos simbólicos.

A los niños se les entrega lo siguiente:

  • Un objeto de madera: portahuevos, servilleteros, candelabros, etc., inspirados en el arte popular y decorados con grabados o pinturas.
  • Un objeto de hierro para los varones: cuchillos, hebillas de cinturón, llaveros (con emblemas como drakkars con ruedas solares, insignias heráldicas, reproducciones de antiguos sellos, etc.).
  • Un objeto de hilo para las niñas: cintas decoradas con motivos folclóricos, pañuelos, delantales o pequeños costureros con portaagujas.

Todos estos regalos deberán personalizarse al máximo, incluso con grabados o bordados con el nombre del destinatario. El padre y la madre también se ofrecerán regalos, cuya elección queda a su discreción, siempre dentro del espíritu de esta celebración.

Los regalos se deben entregar envueltos en papeles decorativos de temporada, disponibles en las tiendas, y adornados con cintas de colores y etiquetas con el nombre de cada persona.

La vigilia

Una vez terminada la cena, la familia se reúne alrededor del fuego. Comienza la vigilia propiamente dicha. Debe ser relativamente corta, terminando poco después de la medianoche. En cualquier caso, es mejor que los niños puedan quedarse hasta el final; no deben sospechar de que se está haciendo algo después de la hora de mandarlos a la cama…

Durante la vigilia, todo el mundo puede arrojar al fuego cortezas grabadas. Este gesto tiene el significado de un deseo, y puede compararse al salto del fuego que se lleva a cabo en el solsticio de verano, cuando es costumbre pronunciar un deseo o un desafío saltando sobre las llamas.

Mientras el fuego arde en la chimenea, vigilada por el dueño de la casa, toda la familia se reúne en torno a la mesa familiar. A continuación se encienden las velas simbólicas de esta vigilia.

El padre enciende primero una vela roja, diciendo: – Enciendo esta llama en memoria de todos los muertos de la familia.

A continuación, la madre enciende una vela azul, diciendo: – Enciendo esta llama en señal de fidelidad a todos los parientes y amigos ausentes.

Por último, el mayor de la familia enciende una vela verde, diciendo: – Enciendo esta llama con la esperanza de todos los niños que nacerán en nuestra comunidad y que, a su vez, perpetuarán el retorno del Sol.

Las otras velas que iluminan la mesa familiar, y que deben sustituir si es posible a la iluminación eléctrica, son blancas o, mejor aún, del color de la cera.

Durante la vigilia, todo el mundo puede contar historias.Existen multitud de libros de cuentos y leyendas, propios de cada región. Cuanto más breves sean, más fáciles de recordar y de comprender resultarán para todos.

A medianoche, el cabeza de familia retirará la vela que arde en lo alto de la torre de Jul y la utilizará para encender la vela que hay dentro de este candelabro, colocada en el lugar de honor de la casa. Momentos después dirá: – Un año muere. Un año comienza.Y así continúa el ciclo de la vida en esta tierra. Mañana, el día será más largo y la noche más corta. Mañana, el Sol volverá para cumplir su promesa.

Que la luz de esta llama del nuevo año brille en esta casa y en nuestros corazones como una imagen del Sol que nunca muere; como un símbolo de la marcha del mundo que continúa, bajo la gran rueda de las estaciones.

Jean Mabire

Traducido del francés por el Instituto Carlos V.
Fuente: institut-iliade.com