Los locales, esos espacios comunes donde se articulan las comunidades, son una forma orgánica y un modelo alternativo determinante puesto que permiten vertebrar a los miembros que las componen. Polifuncionales por naturaleza, en ellos se organizan y conviven, dialogan y debaten, ríen y discuten por igual todos sus componentes.
Frente al mundo de las comunidades virtuales, que siempre tendrían que ser subsidiarias y complementarias de las presenciales –el ‘mito de la caverna’ de Platón siempre en el horizonte–, estos espacios se articulan como auténticos faros de lo que se desea proyectar al exterior. Además visibilizan a las comunidades en las poblaciones, manifiestan su poder o marginalidad, generan importantes redes sociales, etcétera. Son el «bosque» para los emboscados urbanitas del siglo XXI y desde ellos se volverá a la auténtica foresta. Pese a esta evidencia, cada vez son menos las entidades que cuentan con espacios de conexión, siendo necesario revertir esta dinámica que no deja de ser un reflejo de los intereses de la sociedad actual marcada por el individualismo y la apariencia. El sostenimiento de estos puntos de encuentro no solo es complejo en términos económicos, sino también organizativos, operativos y de compromiso. De este modo, el mantenimiento y la apertura de nuevos espacios tendría que ser un objetivo a corto y medio plazo. En nuestro caso, la intención del Instituto es abrir al menos una sede central en los próximos años.
Pasando a su reconocimiento estético –lo que en realidad nos preocupa–, la pluralidad de los espacios identitarios es la nota dominante, con presencia de banderas y adhesivos, con retratos de figuras históricas o carteles de acciones simbólicas, primando cierto ‘horror vacui’ y hasta desorden visual que parece que obliga a empapelar las paredes con mayor o menor acierto, generalmente con resultados poco afortunados. Además, entre las ausencias visuales, una suele ser constante: el Arte. Más aún, el arte contemporáneo. Y si por un rasgo se identifica y dota de identidad a los europeos, ese son sus creaciones artísticas. Europa ha demostrado un enorme potencial, inigualable en arte y cultura, que hay que reivindicar y poner en valor con urgencia. Por otra parte, tanto las obras artísticas pasadas como las del presente resultan necesarias. Para este último caso, solo hay que ser selectivos, contar con cierto criterio y buscar la armonía entre los elementos. De este modo, tenemos que volver a poner el Arte en el epicentro e incorporarlo en nuestras vidas diarias y, por defecto, también en estos espacios de comunión. Puesto que la belleza de un espacio radica en su capacidad para inspirar y transformar a quienes lo habitan. Si resultan anodinos o de pésimo gusto esto se reflejará en su militancia. Como recogió el denostado Gustavo Adolfo Bécquer: «El espectáculo de lo bello en cualquier forma que se presente levanta la mente a nobles aspiraciones» (La poética de Bécquer, 1943, p. 30).
Una vez identificado el problema, pese a ser poliédrico en realidad, surge la necesidad de pasar de la verbalización de la significación del arte, de manera habitual desarrollado por medio de la escritura, a movilizar arte en otros formatos y modelos y así generar dinámicas novedosas y punteras. Y para esto tenemos dos vías ya desarrolladas por parte del Instituto Carlos V: la primera, la donación de obras artísticas, originales o reproducciones habitualmente hitos del arte europeo, a entidades con limitados recursos y con las que compartimos una similar cosmovisión; la segunda, creando obras artísticas con temas atemporales que se distribuyen a un precio simbólico (véase al respecto las postales ya publicadas). Asimismo, se prevé publicar láminas y explorar otros soportes visuales. Tanto en un caso como en otro apoyamos nuevos artistas y/o negocios locales europeos. También hemos procedido a la donación de libros de patrimonio de ámbito local y nacional. Y esto no es más que el inicio de un proyecto más ambicioso que desarrollaremos a corto y medio plazo, sin excluir otras alternativas.
Todo lo escrito se puede resumir en esta reflexión final: si aspiramos a transformar la estética de un país, de un continente, apostemos primero por plasmar ese cambio en nuestros espacios (también los de ámbito familiar). Dejémonos asesorar por los especialistas y hagamos de la belleza un objetivo y una realidad.
Instituto Carlos V para la larga memoria europea