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Ritos de nacimiento en Europa

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Los ritos de nacimiento tienen como objetivo separar al recién nacido del mundo del «más allá» del que proviene para integrarlo en la sociedad humana, es decir, con sus dos padres, su familia, el grupo social del que también forma parte, así como con la representación del mundo y el sistema religioso de la comunidad. Estos ritos alternan momentos de separación e integración simbólica, separados por momentos denominados «de margen».


Desde el nacimiento hasta el destete

El niño nace desnudo, sin la capacidad de caminar o alimentarse por sí solo, siendo mucho más frágil que las crías de los animales. La madre, pero también el padre (una diferencia esencial en comparación con la mayoría de los animales), deben cuidarlo.

En España, era tradición que inmediatamente después del parto, la partera entregará al padre al recién nacido desnudo, quien se quitaba una prenda –generalmente su camisa– para envolver al pequeño. De este modo, el padre sustituye su propia protección a la del vientre materno, ofrece su calor al niño, le da a conocer su olor y se introduce en la relación exclusiva que había mantenido hasta entonces con su madre.

Cualquiera que sea la forma que tome, el bautismo es otra manera de cortar el vínculo único que une a la madre y al niño, al vincular a este último con la comunidad familiar y social. En la antigua Francia, la madre no amamantaba a su hijo entre su nacimiento y su bautismo, el cual ocurría de 24 a 48 horas después del nacimiento; ninguna razón médica explica esta abstinencia, los folkloristas consideran que se trata únicamente de un período «de margen», destinado a marcar claramente la separación entre la vida intrauterina y la vida social. Aquella función de integración social de la ceremonia del bautismo también se atestigua por la prohibición hecha a la madre de asistir a la ceremonia durante mucho tiempo.

Toda la primera infancia hasta el destete se dedica a completar y moldear el pequeño cuerpo. El seno materno reemplaza al cordón umbilical para alimentar al recién nacido y el hecho de envolver al bebé en un pañal ajustado con vendas (tradición que solo desapareció en el siglo XX) tenía la función de mantener rectas las extremidades aún blandas y evitar que el recién nacido adoptará una posición fetal.

Las huellas de la vida intrauterina a menudo se conservan o reciben tratamientos específicos que indican la importancia que se les atribuye. La placenta, asociada a la alimentación del feto, también lo está a la lactancia de la madre; en Italia, se conservaba unos días y luego se depositaba en agua corriente para «hacer subir la leche». En cuanto al cordón umbilical, se consideraba que podía tener influencia en la vida futura del recién nacido. Tradicionalmente, se cortaba corto para las niñas y más largo para los niños, bajo el argumento de que el miembro viril de estos últimos encontraría allí un «patrón». También se guardaba con esmero por la partera o el padre, la destrucción de este vínculo con «el más allá» a menudo se percibía como premonitoria: así, si era ingerido por un cerdo, el futuro adulto adquiriría sus costumbres y, si se arrojaba al agua, el niño corría el riesgo de morir ahogado…

Hoy como ayer, algunos niños nacen «peinados», es decir, con un pequeño trozo de membrana amniótica en la cabeza. Los antiguos veían en esto un muy feliz presagio para estos niños, ya que esta marca de su vida intrauterina los protegía de toda muerte por fuego, agua y heridas; cabe señalar que en Roma, el hecho de nacer «peinado» aseguraba ganar los juicios, pero que en Valaquia prefiguraba una futura transformación en vampiro si no se tomaba la precaución de hacer ingerir su «cofia» al niño…

El destete propiamente dicho ocurre con la aparición de los dientes, lo que indica que es hora de cortar el cordón umbilical simbólico de la lactancia, ya que el pequeño hombre es ahora capaz de alimentarse solo, pero también de enfrentar el dolor.

En muchas regiones de Europa, el día del destete, la madre embadurnaba su seno con mostaza o pimienta, alimentos fuertes y viriles en oposición a la suavidad de la leche femenina. Cuando el niño que intentaba amamantar rechazaba violentamente el seno girando la cabeza, su padre le ofrecía un trozo de pan empapado en leche. Esta comida no es una novedad para el niño, que ya había sido alimentado «a la cuchara» por su madre de manera complementaria con «panada» o papilla.

Lo importante en este pequeño ritual es el papel desempeñado por el padre que, una vez más, afirma su complementariedad con la madre y su papel esencial en la socialización del niño. Un paso que resume bien el adagio «pan de hombre y leche de mujer hacen venir a los niños fuertes».

El uso de razón

Conocemos la importancia del paso de la infancia a la adolescencia que marca la salida de un mundo protegido donde las mujeres juegan un gran papel hacia un mundo intermedio en el que los jóvenes viven más entre ellos, ayudados por el adulto del mismo sexo para cumplir con sus tareas cotidianas. 

En la antigua Francia, este paso se daba a los 7 años, la famosa «edad de razón» [1], definida por el Segundo Septenio (7-14). En las Landas, el niño era simbólicamente vestido de nuevo de pies a cabeza por su padrino si era un niño, o por su madrina si se trataba de una niña. En Quimper, la entrada de un niño en la adolescencia se marcaba con su primera borrachera y la entrega del «penbaz», el garrote bretón que llevaban los hombres.

La primera comunión tiene poca importancia como rito de paso. Solo adquirió un estatus de ceremonia familiar y social durante el siglo XIX y tiende a desaparecer al ritmo de la descristianización desde mediados del siglo XX.

Los grupos de niños y niñas, muy vivos hasta principios del siglo XX, prácticamente no existen hoy en día, salvo a través de asociaciones de intereses, aunque desempeñaron un papel esencial para integrar a los más jóvenes, regular la vida a menudo tumultuosa de los adolescentes y, sobre todo, organizar y controlar los encuentros entre jóvenes y jóvenes.

Ser parte de estas sociedades de jóvenes daba a unos y otros el derecho a participar en las danzas durante las diferentes fiestas y a ser niños o niñas de honor en las bodas. Los chicos también tenían el derecho de disparar tiros en los bautismos y las bodas y de plantar los «Mayos» de las chicas. Pero la vida autónoma de estas últimas se limitó muy pronto por la voluntad de la Iglesia de encuadrarlas hasta su matrimonio a través de cofradías como «Las chicas del Voto», «Las chicas de la Virgen», «Las Sacristanas», etc.

Son estas sociedades de jóvenes las que identificaban entre sus miembros a jóvenes adultos susceptibles de emparejarse y los guiaban gradualmente a acercarse. En España, cuando un niño decidía cortejar a una niña, a menudo esperaba la noche del 30 de abril al 1 de mayo para ir, con los demás jóvenes, a plantar un árbol de mayo, es decir, un joven árbol, símbolo de vida, del cual solo se habían conservado las ramas y las hojas de la cima, frente a la casa de la elegida de su corazón.

Los amantes se encontraban luego al ritmo de las fiestas calendáricas y patronales, las veladas y las ferias, siempre acompañados de uno o varios miembros de sus respectivas comunidades de jóvenes, de las que se ve claramente el papel regulador que desempeñaban.

En los países escandinavos y germánicos, así como en la Suiza romana, también existía la tradición del «Kiltgang» (denominación suiza) que consistía en que las jóvenes recibieran, una vez a la semana, a los chicos que les cortejaban, a solas en su habitación, pero sin relaciones sexuales.


[1] Traducido del francés ¨âge de la raison¨ comúnmente usado para hablar del periodo después de 7 años. No existe traducción literal.

 

Nota del traductor (por Thomas LB)

Traducción del texto del Sitio Web del Institut Iliade, sobre Nacimiento y Educación en Europa. Se trata de un extracto del texto de L’Europe Mythes et Traditions de André Akoun publicado en 1990 (el texto no ha sido traducido al Español).

Texto original: https://institut-iliade.com/naissance-et-education/

Se ha añadido una mención a España para hacer referencia al árbol de Mayo y añadimos una pintura de Goya sobre el mismo tema, libre de derecho.